“Papa, quiero ese
juguete”. La frase que todos los padres temen oír de sus hijos. No porque
sean malos padres, ni siquiera porque ellos sean malos hijos. El temor viene íntimamente
ligado al hecho de que el padre sabe perfectamente que su hijo, con el tiempo,
se cansará de ese juguete. Entonces es cuando sale a relucir el adjetivo “caprichoso”, que en seguida adjudicamos
al pequeño. Porque es así, esa es la percepción del padre. El niño se ha encaprichado
con algo que en un par de días olvidará.
Pues bien,
muchas cosas han cambiado con el paso de los años. Ahora los niños cada vez son
más caprichosos y los padres, digámoslo claramente, están más tiesos de dinero
que nunca. Pero hay algo que no ha cambiado amigos: Las Modas. Y no, no estoy
hablando de la pasarela de Cibeles, ni mucho menos. Hablo de esos fenómenos
que, cual chicle, nos entretiene durante un par de horas hasta que se nos pasa
el sabor iniciar y nos vemos obligados a escupir. Que metáfora más triste me ha
salido, sí. ¡Pero es que es real! Es más, voy a poneros un ejemplo visual. Pero
no lloréis, ¿de acuerdo? Allá voy…
Si, amigos.
En efecto. Eso que estáis viendo fue una fiebre que ni el H1N1 ni el mayor
resfriado post Nochevieja ha podido superar. Hablamos de los tazos, de ese arma
de destrucción masiva que provocó guerras mundiales en los recreos de toda
España. Los niños llegaban desesperados a los quioscos o a los chinos (benditos
chinos) para comprarse una bolsa que tuviese estos míticos coleccionables. Lo
que os decía de los caprichos. Seguramente sus padres (incluyo a los míos, que
yo también viví enfermo esta etapa) intentaban comprender cómo demonios un
circulo con un bicho extraño cuyo nombre contenía más consonantes que vocales podía
provocar tal revuelo.
“Cariño, quiero el divorcio. Hemos criado mal
a nuestro hijo y mi vida carece de sentido”. Bueno, vale, esto es una exageración pero no
me digáis que ahora no os sentís un poco ridículos cuando os veis hace diez
años, con la lengua fuera y torcida mientras apuntabais guiñando un ojo a la
torre de Tazos de tu mejor amigo, el gordito de la clase que se compraba diez
bolsas de Ruffles y al pobre le salían seis Metapods seguidos, con la única
intención de dar la vuelta a todos y hacerte rico. ¡Pero qué fácil era ser
feliz en esa época! Lo mismo habías suspendido el examen de Matemáticas una
hora antes, que si tú conseguías voltear al maldito Ratatá llegabas a tu casa
con una sonrisa de oreja a oreja. “Hijo, ¿¿Qué
tal el examen?” “De puta pena, Mamá,
pero he conseguido a Ratatá y además he perdido a uno que tenía repe. Me voy de
fiesta”
Y sé que os estáis
preguntando… ¿pero qué nos está contando este tío? ¿Esto no iba sobre
videojuegos? Afirmativo, amigos. Como os he dicho, muchas cosas cambian, pero
otras no. Y las Modas siempre existirán. Y no iba a ser menos en el mundo de
los videojuegos. Os pongo otro ejemplo, fijo que os suena…
1…2…3…4…PLAF.
Mierda, otro intento. 1…2…3…PLAF. Esa ha sido culpa mía por mirar lo que
llevaba. Llego a 100 en menos de una hora, fijo. 1…2…3…4…5 (¡Toma, llevo 5, soy un…!)...PLAF ¡¡¡ANDA Y QUE TE JODAN, PÁJARO PARALÍTICO DE
LOS COJONES!!!
Os habéis reconocido,
¿verdad? Estos hemos sido el 90% de la población mundial mientras jugábamos a
Flappy Bird. Este “juego” no anda muy lejos de lo que fue Pokemon, solo que es
un fenómeno 3.0. Algo que parece una tontería, que es simple, pero que con el
boca a boca llega cada vez a más gente. Tiene un nacimiento silencioso, una
reproducción masiva y absolutamente viral y un fallecimiento tan silencioso
como su nacimiento. Como este caso ha habido cientos en la industria de los
videojuegos y de la tecnología en general. Incluso el fenómeno 3D es una Moda,
solo que este caso en concreto ha tenido dos nacimientos y dos “éxitos”
fugaces. Que se lo digan a Sony, que se está arruinando con los televisores de
tres dimensiones. El caso es que Flappy
Bird llegó sin hacer ruido, hizo mucho ruido gracias a la publicidad que los
propios usuarios le dio, y de la misma forma que llegó se fue. Ahora hay muchos
imitadores, pero el fenómeno está muriendo. Y dentro de poco nacerá otro, con
otro nombre, otra mecánica y que causará el mismo revuelo. Es ley de vida
¡¡¡¡BUUUUUU!!!!
Otro amigo
que va a la moda, y no precisamente por su traje y corbata. Slenderman, el
hombre que más infartos al corazón ha causado, y eso que él solo estaba
buscando a Barney Stinson, su alter ego rubio. El caso de Slender se podría elevar
más bien a un género: El Terror Indie/Amateur, que tan de moda está en los
videojuegos. Hablamos de esas obras creadas por pequeños estudios o incluso
grupos de fans que con medios muy arcaicos y sin promoción alguna, logran
colarse en nuestros ordenadores o consolas.
Esta moda parece que tiene cuerda para rato, pero si es cierto que en el
caso concreto del Slender está perdiendo tirón. El verano pasado llegó a ser
muy común ver como miles de canales de YouTube subían sus gameplays de este
juego, dejándonos sordos con sus gritos y poniéndonos de los nervios con sus
comentarios supuestamente graciosos. Un fenómeno social sin precedentes que ha
dado el salto a la Next Gen con el caso de “ Outlast”, la hermana guapa del
terror independiente.
Quizás ahora
que Outlast ha entrado en escena el género se vuelva a poner de moda y se
magnifique su alcance. O quizás dentro de unos meses todo el mundo olvide
Slenderman (que ya casi ha sucedido), Outlast sea solo un bonito recuerdo y
surja algo nuevo. Algo como Minecraft. O como Counter Strike (¿recordais este
juego? Ahora con los COD se vive una segunda etapa de lo que ya fue Counter). Y
así seguiremos avanzando. Entre modas pasajeras y modas que se quedan.
Yo por mi
parte me despido, quizás me ponga Flappy Bird en mi móvil. O a lo mejor abro mi
cajón de los recuerdos frikis y veo mis tazos y mis estampas de Pokemons. O los
Beyblade, las cartas de Yu Gi Oh…ay señor, que recuerdos. Hay modas que nunca deberían
pasar de moda. Como los videojuegos, fíjate. ¿Recordáis que cuando empezó la
Industria de los videojuegos la gente lo veía como una moda pasajera? Y qué
curioso, ahora los videojuegos no son una moda, sino que fabrican modas. Dulce ironía
de la vida…
-Isra